Convengamos que a mí, en lo personal, no me preocupa. Pero esta vez quise y quiero ser más justo a la hora de la valoración. Así que para disminuir el condicionamiento fuimos 6 personas los que nos juntamos a probar el PROSCRITO, una de sus nuevas etiquetas.
Tengo que decir también que de todos los que estábamos, 4 de ellos ni sabían quién es Nacho ni qué vinos hace. La opinión fue unánime. Así que me voy a explayar sin remilgos…
Un par de huevos y mucha confianza en lo que haces tienes que tener para sacar a la venta un clarete, natural, y encima con la vilipendiada Palomino como actor principal del brebaje. Sí señor! Transcribo la contraetiqueta del PROSCRITO, a mi juicio retrato perfecto de su irreverencia al sistema y de la rebelión de los menos considerados de este mundo del vino a veces demasiado cínico. Lean y luego sigo:
“Proscrito, nació de la unión de dos uvas malditas. Palomino (95%) y Garnacha Tintorera (5%). La parcela de Campo Santo, en el núcleo de Larouco, representa claramente lo que fue la realidad vitivinícola de un territorio, que la administración se empeñó en hacer progresar a base de eliminar plantaciones de cepas centenarias, pero de variedades “poco comerciales” para sustituirlas por mares de alambre que sustentan a los monocultivos de Godello y Mencía. Proscrito quiere representar un corte de manga de los que pensamos diferente. Palomino y Tintorera fermentadas juntas, como juntas conviven desde hace décadas en la viña, en barricas usadas de 225 litros de roble francés sin adición de sulfuroso. Fermentado con sus propias levaduras y sin realizar filtración ni clarificación”
Las notas de cata son lo de menos en este texto. Este clarete es una ráfaga de aire fresco en un ambiente tan cargado. Puro vino, pura uva, terruño y sinceridad en partes iguales. Color rojo rubí brillante de capa baja. Limpio, glicérico. Notas de hollejos, junto a las ya clásicas terrosas (minerales), y de principio a fin frutos rojos nítidos, cristalinos y expresivos. En boca es franco con la nariz, explota su sabor en el paladar. De paso fluido, con mucha frescura pero con una fuerza frutal y mineralidad encantadora.
Son solo 290 botellas. Buscadlas ya mismo!
A veces las revoluciones no solo las hacen los viticultores. En ocasiones quienes se revelan al tiempo y el clima, quienes se oponen a lo que está mandado, son las propias uvas. Este es el caso de O POULO. FILLO DA PEDRA, producto de Garnachas Tintoreras que se resistieron a una arrasadora pedrada que cayó del cielo y arruinó la práctica totalidad del viñedo en el año 2015. Las que quedaron, maduraron con menos grado pero con todo su genio. Se hicieron vino siguiendo los conceptos de su hacedor. Naturaleza en estado puro.
Rojo sangre de capa alta, brillante y limpio. Piernas marcadas, de esas que seducen en su lento regreso y anuncian algo bueno. De entrada huele maravillosamente a flores, azahar, jazmines, rosas. Luego con aire aparecen rasgos minerales (terrosos que nunca faltan en los vinos naturales), notas de fermento suave y fondo balsámico. Boca franca, amplia, sabe a flores y frutas negras mixturadas con hierbas frescas. Muy buena acidez que soporta los taninos aún bastante rugosos pero que le dan carácter y autenticidad a esas uvas que sobrevivieron al tiempo. El regusto es férrico, no sé si es un descriptor válido, pero me recuerda a ese sabor dulzón y metálico que tiene la sangre fresca. Lo asocio, y me gusta hacerlo, a la mineralidad del terruño de O Poulo.
Pide carne a gritos. Como buen argentino que soy, le metería un asado con achuras incluidas. Está bueno y estará mejor porque creo que aún le queda botella para redondearse. Puro vino, sin vueltas, para volver a las raíces…
400 botellas dieron estas uvas. No las dejen escapar porque será muy grande!
Buena vida y buenos vinos,
Salutes. Rumbovino.
6 años difundiendo la cultura del vino y en favor de consumo responsable
Salutes. Rumbovino.
6 años difundiendo la cultura del vino y en favor de consumo responsable
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