Hace
una semana destiné gran parte de la introducción de mi último post
para hacer una declaración de intenciones que pasaba por la decisión
de solo publicar en el blog aquellos vinos que me hiciesen
soñar, que transmitiesen su alma y me hablasen de su verdadera
identidad. Es una definición política de Rumbovino que no pienso
quebrar de ninguna manera, y por esos derroteros pienso seguir.
Hoy
no voy a hablar de un vino, la propuesta es más ambiciosa porque
escribiré de varios vinos que he estado disfrutando este último
tiempo y que, nada es casual en esta vida, son elaborados por
la misma persona y con una misma filosofía.
Se trata de los vinos de Rafa Bernabé.
Estoy
seguro que a la gente que pulula de aquí para allá en el
mundo del vino este nombre les suena familiar, pues a mí, que soy
novato en este asunto (al menos en España) no me sonaba de nada y
fue, como casi siempre, mi amigo Rafa de las Delicias del 69, quien
me lo hizo conocer.
Antes
de sentarme a escribir di mil vueltas a cómo presentar la nota. Que
si hablar de cada uno de sus vinos (los que probé, claro está,
porque elabora cerca de 20 etiquetas diferentes), o si escribir del
terruño de Villena y La Mata en Alicante, o de sus viñedos de
secano, o de su forma 100% orgánica de trabajar la viña y los
vinos.
Pensé
en escribir sobre su firme y apasionada decisión de recuperar
aquellas variedades denostadas por otros, perdidas en el tiempo y la
memoria. O también en contarles sobre las maravillosas tinajas de
barro que utiliza en gran parte de sus vinificaciones y crianzas,
otra de sus luchas por volver a los orígenes y retomar lo dejado.
Imaginé
tantas cosas que no logré inclinarme por ninguna de ellas. Es que me
resulta tan fácil, y a la vez complejo, hablar de sus vinos que
podría hacer una nota interminable y finalmente aburrida, y les
aseguro que lo que menos generan los vinos de Rafa es aburrimiento
queridos amigos.
Foto tomada de la web de la bodega |
Finalmente,
tras darles varias vueltas al asunto, pensé que lo mejor sería
definir sus vinos de alguna manera. Y casi sin pensar me surgió la
solución perfecta, es solo una palabra que aveces utilicé para
describir algún vino y ahora hacía tanto tiempo que no usaba que
mis neuronas ya no la reconocían. Una palabra que cada vez que
aparece bien utilizada junto a un vino lo dice todo, sin posibilidad
de error. Solo algunos caldos son merecedores de llevar esa etiqueta
(al menos para mí), y esa palabra es extremo.
Vinos
extremos.
Extremo
es hacer un vino arriesgado, sin miedos ni prejuicios, sabiendo que
probablemente no todo el mundo lo entienda e incluso a no todo el mundo le guste, pero sabiendo que lo que lleva dentro es sinceridad. Para
mí, un vino extremo es ese que se muestra tal cual es y nunca está
parado en la comodidad del equilibrio barato. Es un vino de sabores y aromas atípicos, verdaderos y peligrosamente adictivos, de colores
naturales y de esencia incorruptible ante las modas. Los vinos de
Rafa Bernabé, estimados vinófilos, reúnen todos estos atributos para
serlo.
TRAGOLARGO 2013: 100% Monastrell (Ficha técnica)
BERYNA 2012: 90% Monastrell y 10% Garnacha. (Ficha técnica)
RAMBLÍS DEL ARCO 2012: 100% Forcayat del Arco. (Ficha técnica)
LOS CIPRESES DE USALDÓN: 100% Garnacha Peluda (Garnacha Gris, Lledoner Gris, L ledoner Pelut,). (Ficha técnica)
EL MORRÓN 2013: 100% Garnacha y todo tinaja de barro. (Ficha técnica)
Un vino inolvidable |
Y
para terminar, rebuscando en la web encontré una nota hermosa sobre sus vinos que
escribió hace un tiempo nuestro amigo virtual Nico Visne para el
Diario de Río Negro en La Patagonia, Argentina. Además de
recomendar su lectura (en este link) copio una definición
extraordinaria que hace Rafa sobre la filosofía de “Viñedos Culturales” y que creo logra transmitir exactamente a través de sus vinos.
Y
sigamos soñando,
Gracias
y salutes amigos,
Rumbovino.
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