El vino es la estrella indiscutible, la “vedette” de cualquier evento… desde una fiesta popular hasta una cena de gala.
Es el invitado de honor, sin dudas, el que nunca falta y del que nunca se puede prescindir. Vestido con su etiqueta, anuncia su alcurnia.
Los profesionales en la temática pueden hablar de combinaciones o maridajes… De qué vino va bien con qué comida… Nosotros, no entendemos mucho de esto, pero no por ello dejamos de jugar en cada ocasión que podemos, a ver cómo nos bailan en la boca los protagonistas, y es increíble cómo uno descubre así nuevas sensaciones, nuevas intrigas, nuevas emociones… Es un poco como tener un teatro en la boca, una ópera, un concierto.
Puede sonar cursi, y es que no es fácil de contar. Para ello hay expertos, gente con más argumentos en palabras de los que nosotros podríamos describir. Pero lo cierto es eso, que surge un efímero “micromundo” cargado de expresiones que merece la pena descubrir.
Lo del vino y la comida, qué casamiento increíble…
Para nosotros además existen otros compañeros fundamentales para corear este encuentro… El lugar y el buen ánimo. “Todos los vinos serán excelentes si se maridan con una buena compañía, en un lugar mágico, o en un momento inolvidable…”
Uno llegaba tan empapado de entusiasmo y belleza al terminar la jornada que el cansancio solo se usaba de justificación para retirarse a cenar tranquilo y comentar de las increíbles andanzas y visiones del día entre campiñas y castillos.
Vista panorámica al Valle del Loira desde el Castillo de Chinón |
Recuerdo que nos fuimos a Francia con nuestro cochecito y un iglú porque la economía estaba escasa; pero como ventaja a esta elección - tal vez no tan cómoda como la de un hotel- era que el camping no podía estar en un lugar más hermoso. Viajamos en primavera, y todo estaba plagado de vida y color. Y también estaba el tiempo medio loco. A las noches, curiosamente, le daba por llover fuerte así que nos cargábamos de víveres en el super y cenábamos dentro del coche… Creo que esta combinación de factores hacía la velada además de simpática, maravillosa…
Yo, no cambiaría aquellas cenas a base de picadas de quesos diversos y deliciosos fiambres, e incluso alguna latilla de sardinas (que a un buen campista que se precie de serlo, no le puede faltar). Y siempre siempre… maridadas con un accesible vino francés que, por supuesto, sabía a gloria.
Salute,
RUMBOVINO.
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