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19 junio, 2017

¿Para beber, Lugo?

Para comer Lugo. Eso se reza el dicho popular. ¿Pero, para beber Lugo? Quizá para beber cañas, porque para beber vinos no estoy tan seguro.

Desde hace un tiempo ya no salgo de vinos por el centro de Lugo con la frecuencia en que lo hacía antes. Un poco porque ya estoy algo antiguo y llevo mucha noche en la espalda, pero quizá lo más importante es porque para un bebedor de vinos como yo, el tener que patearse diez bares para poder conseguir que me sirvan un vino que se beba y no den ganas de dejarlo en la copa termina cansando. Me terminaron aburriendo los típicos Riojas y Riberas de siempre. Casi nadie innovaba en las ofertas ni en las opciones. Siempre era lo mismo y si alguien pedía un vino un poquito “especial” si es que lograba conseguirlo en algún lado, el precio que cobraban por la copa hacía que no te lo vuelvas a plantear nuevamente.

Para finalizar la introducción, y ya que estoy con el teclado caliente, mención aparte merecían los camareros. Y vaya por delante que creo que no es culpa de los ellos sino de los dueños de los bares a los que no les interesa que sus empleados sean profesionales o se formen en la materia lo más mínimo. Prefieren pagar poco y servir mal.

Los camareros, al momento de las recomendaciones la mayoría de ellos ni siquiera sabía qué diferencia había entre un tinto y un blanco más allá del color que ostenta cada uno. Mencía era sinónimo de Ribeira Sacra, Valdeorras, Monterrei y Bierzo. Hubo hasta quien ofrecía Godello tinto, y no se te fuese a ocurrir preguntar qué era un Tempranillo porque la respuesta era un vino elaborado con uvas que se cosechaban temprano. Tal como lo estoy diciendo…

Muralla Romana... Tomada de la web

…Lo cierto es que durante este último tiempo las cosas han cambiado por el centro de Lugo. La zona vieja está cada día más bonita –aunque quedan muchas cosas por mejorar aún- y da gusto sentarse en cualquier terracita a disfrutar de nuestra hermosa ciudad. Los bares se han renovado, las fachadas se arreglaron, florecen nuevas opciones y el ambiente que se respira es fantástico. Pero tras este necesario maquillaje esbozado sobre la superficie, creo que en el fondo las cosas no han cambiado demasiado. Llevo unas cuantas noches saliendo con la intención de comprobar lo que estaba pensando. Y aunque esto que voy a contar no es algo general, mi experiencia y mis amigos me dicen que pasa en una gran mayoría (salvo algunas excepciones).

Relato de una noche de vinos cualquiera por la “nueva zona vieja” de Lugo.

Comenzamos con blancos. Pedimos Godello (cepa que me encanta y que cada día me deja más claro que al reinado de la Albariño le quedan los días contados). Nos dejamos asesorar por los camareros. “Ponnos un Godello de la marca y DO que nos recomiendes”- fue nuestro pedido. Llegaron a nuestra mesa unas etiquetas que jamás habíamos visto. Ni sabíamos que existían (y en lo personal no soy de las personas poco informadas en estos temas). Junto con el vino llegaron los pinchos de tortilla (o algo similar) y las tapas, normales tanto de calidad como de originalidad. Al pedir la cuenta nos soplaron 4,80€ por dos copas. ¿La friolera de 2,40€ cada 90 mililitros de un Godello marca blanca? Pagué como cualquier hijo de vecino y me fui silbando bajito.

Decidimos pasarnos a los tintos en busca de mejor fortuna. “Ponnos un Mencía, pero de Valdeorras” (me apetecía un Mencía de allí). “De Valdeorras no tengo. Tengo de Ribeira Sacra, Monterrei y de Amandi”. Mal seguimos, pensé para mis adentros.

Pedimos Ribeira Sacra (quienes me leen, y conocen, saben que soy un enamorado de sus vinos). Esta vez las etiquetas que llegaron a la mesa nos sonaron a cromos repetidos. Los de siempre, como siempre. Nada nuevo. Vinos de etiquetas históricas de 7 u 8€ de venta al público. Mismo estilo de tapa y pincho. La sorpresa que esperaba en la oferta vinícola que debería acompañar a los nuevos locales me la llevé en el precio. 5 eurazos! Sí sí, 5 eurazos o euritos. Aquí fueron a 2,5€ los 90 mililitros de un vino que al bar le cuesta unos 5€ por botella (o menos).

Me pregunto qué me hubiese costado pedir una copa de alguna etiqueta un poquito diferente. La verdad es que no podría averiguarlo aunque quisiera porque no hay ni un solo bar que la pueda ofrecer.

Mis conclusiones son sencillas. 

1- Continuamos, salvo excepciones, con una oferta de etiquetas de vinos poco originales y además carísimas (subió el precio, pero no la calidad, ni originalidad, de lo ofrecido). No me preocupa pagar ese dinero o más por un vino. Me preocupa pagarlos cuando no lo vale.

2- En Lugo siempre nos caracterizamos por las tapas y pinchos que se ofrecían. Si no eran buenas eran abundantísimas. Actualmente ya no son tan abundantes y salvo excepciones son normales y punto. Para un visitante de fuera están bien, pero para los de aquí son repetitivas y aburridas (y conste que no tengo nada contra la tortilla, las patatas ali oli, las bravas, la ensaladilla ni la ensalada de pastas, por mencionar los clásicos incombustibles).

3- Seguimos con camareros que aun siendo más o menos amables, no saben absolutamente nada de vinos y son incapaces de asesorar a alguien que vaya con intención de conocer un poco más de cerca los maravillosos caldos gallegos. Parece que con un Rioja o Ribera va que chuta. Insisto que no es problema de los camareros. Es problema de los dueños. Una pena.

Arde Lucus, una fiesta imperdible


No voy a nombrar los locales por los que anduvimos porque no viene al caso, pero han sido varios. Tampoco voy a mencionar las excepciones porque no sería justo con los que no visité. Esto es una experiencia personal y parcial (obviamente no puedo visitar todos los bares de Lugo. No me alcanzaría la vida para hacerlo). Pero esta nota intenta ser constructiva. No persigue buscar culpables sino todo lo contrario. Me gustaría que sirva para reflexionar un poco sobre lo que se está ofreciendo a los visitantes, propios y foráneos, de una ciudad como Lugo, con nombre, historia, belleza y una localización estratégica entre las principales DO de Galicia. Creo que se debería cuidar un poquito más al que viene y a los que estamos siempre. Es necesario dar un salto de calidad y profesionalidad (no en los precios, eso ya está) porque a mi modo de verlo, de esa forma la cosa va mal.

Por mi parte, desde ahora, cuando salga de bares pasaré a la cerveza. Al menos, aunque no mucho, me lo agradecerá el bolsillo.

Rumbovino,

Casi 7 años difundiendo la cultura del vino y en favor del consumo moderado y responsable.

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