Desde muy pequeña sabía que, de la gente que me rodeaba, los curas eran los mayores expertos en lo que a vino se refería. Pero no solo expertos, sino los que tenían el paladar más fino y la mejor bodega con los mejores vinos, y que no cualquier cosa les servía… ¿Y por qué los curas?
Me río mientras pienso en cómo se nos afina el paladar a medida que vamos probando cada vez mejores vinos, y luego, a uno no le sirve cualquier cosa, no no no…!
Uno puede pensar que tal entendimiento del vino por los curas sería debido a la ineludible función que tiene este jugo en la liturgia cristiana, pero nada más lejos de la verdad…
Y es que, de siempre, sobre todo en el rural de la España profunda…, de población humilde en general, humilde en todos los sentidos… La gente respetaba tanto y funcionaba tanto entorno al discurso del clero, confesor y “bendecidor”, que, generosos como eran a pesar de su pobreza, reservaban sus mejores quesos, chorizos, panes, y vino, para el señor cura.
Es por eso que, claro, a fuerza de ser “agradecidos” y venerados con tales manjares… ¿quién no afinaría así su paladar? Abastecidos por lo mejor de lo mejor, siempre!
Sería pues, la comunidad eclesiástica, al menos hasta no hace tanto, junto con los cuatro nobles y caciques de turno, los sommelieres más especializados.
Ahora me sonrío… Ahora es más fácil para todos acceder a un buen vino y por poco dinero. Antes… era solo cosa de pocos, los que podían ejercitar así el gusto y el olfato.
Noemí, López
RUMBOVINO
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