Carrau, escribiendo la historia...

Uno puede pasarse la vida recorriendo bodegas por todo el mundo y estoy seguro que nunca dejará de sorprenderse cada vez. Es increíble lo parecidas y al mismo tiempo lo distintas que son entre ellas, y eso es justamente la cosa loca y maravillosa que tiene esto de la afición por conocer los vinos y sus hacedores. Es que en cada lugar uno se encuentra con diferentes tipos de gente, que ponen el alma en lo que hacen, y es eso exactamente lo que se refleja en cada caso y hace diferente a unas de otras. Seguro coincidirán con nosotros en esto.

Esta introducción era necesaria para justificar lo que encontramos en la Bodega Carrau de Uruguay: pasión y mucha historia, antiquísima… visitar Carrau y hablar con su gente es vivir y entender la historia de los vinos de Uruguay y por supuesto del Tannat.

Obviaremos los detalles técnicos porque a eso lo encontrarán perfectamente descrito en su web. Nos queremos centrar en algunas cosas que hacen a esta bodega “diferente al resto”.

Cava subterránea de la antigua bodega

Carrau posee dos bodegas, una súper moderna y bastante nueva localizada en el Cerro Chapeu al Norte de Uruguay, cerquita de Brasil y otra, la más vieja e histórica, en Colón a escasos minutos del centro de Montevideo (esta es la que visitamos). Si bien reciben muchos visitantes al año, no disponen de guías para realizar los recorridos, sino que es la misma Margarita Carrau, hija de Juan, quien previa cita acompaña a los visitantes. Les podemos asegurar que uno no se cansa de escucharla hablar de la historia de la Familia y de cómo comenzó la tradición hace más de 250 años con sus familiares Catalanes y cómo su padre continuó el camino que hoy transita su generación. Como dato maravilloso, fue su padre quien vinificó y embotelló el primer vino varietal puro de Tannat en Uruguay, allá por el año 1977 (la primer botella la conservan en exposición en un pequeño museo de la bodega).

Recorrimos todos los rincones, charlando sobre vinos y sobre historia. El edificio central de la bodega es muy antiguo, fue construido en 1887. La cava de barricas subterránea es digna de conocer, limitada por gruesos muros de piedra genera un ambiente natural ideal para el descanso de los vinos (tranquilos y espumantes). Al lado del antiguo edificio construyeron una zona nueva donde anexaron tanques de fermentación y los laboratorios. Aquí disponen de una zona con cabinas para realizar prácticas de análisis sensorial que son utilizadas como parte de la formación profesional de un grupo de trabajadores de la bodega. Impecable!

Frente al edificio histórico poseen una casona colonial, done funcionan la parte administrativa, una pequeña pero muy bien cuidada sala de degustación, y pegadita, otra hermosísima casona para realizar eventos sociales.

Luego de un largo rato caminado entre toneles, tanques, y predios parquizados, Margarita nos invitó a degustar algunas de las tantísimas etiquetas que producen. Poseen un portfolio de vinos, entre calidades y cepajes, impresionante. Hasta poseen una parcela casi centenaria de Nebbiolo con el que producen un vinazo, que ha superado en concursos a los mismísimos Barolos del Piamonte. Casi todos sus productos llevan el nombre de alguno de los familiares que formaron parte de la larga tradición vinícola de la familia Carrau. Como ejemplo, el más conocido, Castel Pujol en honor a la bisabuela Catalina Pujol quien llegó de España en 1930.

Para cerrar, junto a una picadita de quesos y paté degustamos un muy rico Suavignon Blanc, dos reservas Merlot y Pinot Noir (buenísimo por cierto) y cerramos con un 100% Tannat (vinificado junto a una bodega española), Arerunguá 2002  que aún está empezando a despertarse.

… y así, charlando y charlando, los trabajadores de la bodega se fueron yendo y casi nos agarra la noche de puro relax… ¿Ahora entienden por qué decimos que esta bodega es diferente?

RUMBOVINO